Un hombre estaba echando sus redes al mar y se quedó dormido…despertó muy tarde en la noche lejos de la costa y solo podía
alumbrarse con la luz de la luna…los peces en la red lo vieron desesperado y perdido, y le dijeron: “podemos llevarte a la costa si una vez allí nos dejas ir”. El pescador respondió que sí, y los peces le llevaron a puerto seguro. Entonces los arrastró fuera del mar y los echó a la barca y los peces le preguntaron: ¿por qué no cumples ahora tu palabra? El respondió: “Lo dije porque tenía miedo, mas ahora tengo hambre y los sacó del mar”.
Muchas veces vemos al Señor como este hombre vio a los peces en su noche obscura y en su temor, como una salida de
salvación. Pero una vez nos sentimos a salvo, nos olvidamos de la palabra de Pacto que hicimos con Él para ser salvos. Nuestra necesidad cambia porque ya no estamos perdidos en la noche obscura, sino que estamos a salvo y ahora nuestra necesidad es otra, hambre. Pero nuestros apetitos y deseos carnales no pueden invalidar nuestro Pacto de
salvación, debemos permanecer fieles y agradecidos por lo que Él ya ha hecho. Dimos nuestra palabra, hicimos pacto con Cristo para que Él fuera nuestro Señor, no solo nuestro salvador, sino que nuestro Señor o Dueño. Cuidado que
cuando te sientas seguro y a salvo olvides la palabra del pacto que hiciste con Aquel que te salvó:
“Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Ésta es la palabra de fe la cual
predicamos: Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, más con la boca se hace confesión para salvación. Porque la
Escritura dice: Todo aquel que en Él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego; porque el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan. Porque todo aquel que invocare el
nombre del Señor, será salvo.” -Romanos 10:8-13 RVG10-R.
Fíjate que aunque se habla de salvación en este pasaje, no se invoca a Cristo como salvador, aunque lo es. Se le invoca
como Señor, creyendo en Él como Señor, y para los que le reciben como Señor (amo, dueño, en griego kurios) Él los salva del reino de las tinieblas y los traslada a su reino de luz. Jesús no es un salva vida para la noche obscura en altamar, es un Señor para nuestra vida y es reconociendo su señorío como somos salvos de ser esclavos del maligno:
“Porque El nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado…” -Colosenses 1:13
LBLA.
La salvación en sí es un TRASLADO DE REINO Y NO UN AMULETO PARA SALIR DE APUROS.
Por: Pastor Jaime Galván
Centro Cristiano Reino de Embajadores
Isabela, PR
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